Cada 20 de febrero, los diarios paraguayos dedicarán algún espacio en sus columnas de efemérides al recuerdo de lo que en 1931 se conoció como la “Toma de Encarnación”, un suceso histórico que convirtió por 16 horas a la “Perla del Sur” en la Primera comuna Libertaria de América Latina.
Aquella breve revolución social se yergue como uno de los acontecimientos más románticos y fundamentales del vecino país, clave para el entendimiento del contexto que se vivía en albores de la década del 30 tanto en Paraguay como en nuestro país, donde la influencia de ideas que había dejado el sueño trunco de la Comuna de París (breve gobierno popular que gobernó París del 18 de marzo al 28 de mayo de 1871) atravesaban tardíamente el océano, instigando a intelectuales, obreros, estudiantes y activistas surgidos de las canteras del anarquismo y el socialismo de nuestra región, a soñar con construir un continente donde la libertad, la equidad y la democracia directa fueran los pilares de la existencia de todo ser humano, según las banderas erguidas por los protagonistas de esta acción sucedida hace 94 años.
Esa madrugada el río Paraná fue testigo del cruce en canoa de decenas de militantes oriundos de Misiones que se sumaron a la gesta en el otro lado de la orilla, entre ellos una figura de mucho peso en los anales del movimiento anarquista latinoamericano que vivió en Misiones entre 1928 y 1981: Marcos Kaner.
Sin disparar un solo tiro, los revolucionarios obligaron a la retirada del delegado de Gobierno de turno y sus súbditos, quienes huyeron pero advirtieron de inmediato de lo sucedido a las autoridades militares del país.
La toma de Encarnación fue encabezada por un movimiento anarco-comunista inspirado en las ideas de Rafael Barret y en la Comuna de París, con la dirección intelectual de Oscar Creyd y Ciriaco Duarte, encabezado por Obdulio Barthe y por Cantalicio Aracuyú, entre otros, en un operativo que duró 16 horas del 20 de febrero de 1931. Sin derramamiento de sangre, las principales autoridades, encabezadas por el delegado de Gobierno, huyeron dejando inerme a la ciudad, cuenta el historiador encarnaceno Ramón Reverchón en su informe “Encarnación, ciudad con historia”.
Por su parte, el escritor paraguayo Charles Da Ponte apunta que la toma era parte de un plan preparado que, al malograrse las insurrecciones en Asunción y Villarrica, quedó huérfano del apoyo que se esperaba por dificultades de comunicación. Si hubieran tenido Internet o celulares en aquel entonces, la historia hubiese sido distinta. Aunque puede que, si disponían de todo ello en aquella época, a lo mejor tampoco se dedicaban a armar revolución alguna. El caso es que las cosas no salieron“.
“Y no es que haya sido así no más, una intentona a ciegas llevada a cabo por un montón de locos revoltosos. La toma de los puntos extremos y medio de la línea de ferrocarril que unía Asunción, Villarrica y Encarnación obedecía a un plan estratégico: la paralización de la única vía terrestre de comunicación directa y eje del movimiento comercial interno y externo del país. Había pasión. Y había ideales que tiraban de ellos hacia un futuro deseable. Y se peleaba por ellos. El presidente en ejercicio era José P. Guggiari, quien después de desmantelar el alzamiento, soltó a sus perros en una violenta persecución para aplastar cualquier foco subversivo, agrega.
El escribano y ex vocero de la dictadura de Alfredo Stroessner, Juan Benítez Rickman, tiene una visión menos romántica de lo acontecido: Fue apenas un descabellado plan de atacar la ciudad de Encarnación, donde un grupo armado a cargo de dirigentes comunistas se encargó de atacar la Delegación Civil de la Ciudad, teniendo partidarios del movimiento guerrillero en las ciudades de Asunción y Villarrica. Luego de 16 horas de ocupación y de querer proclamar la primera república Bolche en América del Sur, ellos, al ver que no tenían apoyo popular, se internaron en los montes de entonces y luego retornaron a territorio argentino.
Nuevamente Ramón Reverchón nos sintetiza el desenlace que tuvo la toma: Ante la reacción del Gobierno que envió por tren tropas del ejército para sofocar el movimiento, sus protagonistas principales abandonaron presurosamente Encarnación, embarcándose en el vapor Bell de la compañía Barthe rumbo al Alto Paraná, con dirección a Foz de Iguazú, Brasil, a donde fueron a refugiarse.
Encarnación amanecía convertida en una pequeña república socialista, pero el sueño libertario de aquellos 150 hombres -había mujeres, aunque en mucho menor medida- sería demasiado efímero.
La historiadora Silvia Waskiewicz, en su libro La masacre de Oberá, analiza la Toma de Encarnación como un episodio que se constituye como un dato más respecto al clima de conflictos sociales que se vivía en la región. Contó con la participación activa de Marcos Kaner, destacado dirigente del comunismo misionero.
Con respecto al contexto general de los movimientos obreros de albores de la década del 30 en la región, la historiadora obereña Severa Barrios explica que el movimiento obrero era un excelente campo de experimentación y de lucha que contaba con una cantidad de militantes de alto valor de origen especialmente español o italiano, aunque desde 1910, comenzó a haber militantes nativos e incluso de sangre aborigen. Se combatía por el derecho de los trabajadores, y las organizaciones obreras eran mantenidas a costa de sacrificios, prisiones, persecuciones y deportaciones”.
(Fragmentos de un informe publicado por PRIMERA EDICIÓN el domingo 21 de febrero de 2010)
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