La tragedia de los que quedan. Perdió a su hija en mayo de 2016. Tras separar a sus cuatro nietos, volvió a reunirlos, pero asegura que no le alcanza. No sé qué más puedo hacer, dijo. En julio pasado, Francisca Leal se vio obligada a tomar la decisión más dolorosa de su vida: Tuve que separar a mis cuatro nietos porque a mi hija la mataron.
Su hija era Lidia Rodríguez, tenía 35 años cuando perdió la vida en el brutal choque del 29 de mayo de 2016, donde también murió Abelardo Benítez, trabajador de PRIMERA?EDICIÓN.
Después de la muerte de la joven madre, tres de los niños fueron a vivir a distintas provincias junto a sus tíos. Solo el mayor quedó con la abuela. Pero con los días Francisca tomó una nueva decisión: reunir a los hermanos, pese a la condición económica por la que atraviesa.
Hoy tengo a tres de mis nietos en casa, es que no quiero que crezcan separados. Quiero que crezcan en Misiones, junto a mí, explicó.
Lamentablemente, la mujer de 63 años no tiene ni siquiera para las medias del colegio, menos para los uniformes. Mi situación económica es pésima.
La tragedia que se cobró la vida de Lidia y Abelardo dejó secuelas enormes. Pasaron dos años y actualmente la abuela pelea por mantener a sus nietos cerca.
Antes no era así porque Lidia se encargaba de todo. Jamás pedimos nada a nadie pero todo cambió, se lamentó.
Les falta todo
Francisca está desesperada. Sus tres nietos viven con ella desde hace unos meses y el poco dinero que ingresa a la casa no alcanza. Estamos mal, no sé si es el destino o qué. Tengo tres adolescentes a mi cargo, me siento angustiada. Los quiero conmigo pero mi problema es económico, explicó a este matutino.
Comienzan los días de clase y la mujer se angustia: no tienen medias, uniforme ni útiles.
Una vecina me dijo que cuesta 100 pesos cada cosa pero no tengo. Las autoridades me dieron la espalda, sintetizó, tras asegurar que se cansó de golpear y golpear puertas.
La abuela recuerda que su hija siempre se encargó de todo y fue el pilar familiar. Pero ahora, ¿a quién le pido ayuda? Me da vergüenza tener que pedir, manifiesta la mujer, mientras se cubre el rostro con las manos marcadas por el tiempo y el trabajo.
Si la situación continúa del mismo modo, Francisca tendrá que separar nuevamente a los hermanos: me obligan a separar a mis nietos. Ellos se habían separado, pero la más chica me decía abuela yo quiero estar con vos. Ellos estaban en Buenos Aires y decidí traer primero a una de las nenas.
La mayor de las hermanas se quedó sola en casa de sus tíos, pero un día llamó telefónicamente a su abuela y todo cambió. Me extrañaba. Me di cuenta que estaba triste y la traje. Ahora están los tres juntos. Solo uno, el de cinco años, sigue en Córdoba en casa de su abuela paterna.
Francisca tiene un solo objetivo. Quiero lo mejor para mis nietos aunque no tengo nada para darles. Son criaturas y no puedo abandonarlos ahora. Y siento que todas las puertas se van cerrando. Ante las adversidades Francisca repite una frase quiero que estudien porque un día no voy a estar.
Contó que su nieto mayor ya tiene un sueño: ser del Ejército. Y la más chica quiere estudiar en la facultad, aunque está indecisa sobre cuál será su carrera. Yo no quiero que ellos no cumplan sus sueños, señaló la mujer. Y agregó: Nosotros no elegimos estar así, jamás pedimos nada. Pero a Lidia, a mi hija, la mataron. Y era nuestro pilar, ella se hacía cargo de nosotros.
La muerte de Lidia
El domingo 29 de mayo de 2016 se empañó por completo para aquella familia al saber que cerca de las 8, Lidia viajaba junto a otras dos jóvenes en el remís que conducía Abelardo Benítez (47).
Según el parte policial, ese vehículo se detuvo en el semáforo de Centenario y San Martín para esperar por la luz verde. Ninguno de ellos imaginaba que segundos después sobrevendría lo peor.
Un Toyota Etios al mando de Ángel Ramón Martínez (20) se salió de control y chocó de frente al vehículo de alquiler. Abelardo y Lidia se llevaron la peor parte y perdieron la vida.
Después se supo que el test de alcoholemia determinó que Martínez conducía con alcohol en sangre por encima del mínimo establecido por la ley nacional de tránsito y por la ordenanza municipal de alcohol cero que rige en Posadas.
De aquella tragedia ya pasaron casi dos años. La inesperada partida de Lidia desencadenó en múltiples consecuencias. La más dolorosa fue la separación de los cuatro hijos de la víctima -de 5, 13, 15 y 17 años- por razones económicas.
Por cualquier colaboración para Francisca, los interesados podrán comunicarse a su teléfono particular: 011 15 7045-1141.
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