El posadeño Sergio Tomaselli Pérez desapareció en Gualeguaychú, camino a la base militar donde trabajaba, hace más de doce años, el 26 de noviembre de 2005. Celina, su madre, no pierde las esperanzas y, por primera vez ante un medio de Misiones, cuenta su lucha.
El barrio El Chogüi está ubicado a la vera de la ruta nacional 105, sobre el kilómetro 8, en Garupá. Tiene poco más de 500 habitantes. Entre ellos, una mujer que desde hace más de doce años reclama ante la Justicia de Entre Ríos por la aparición de su hijo.
Por primera vez ante un medio local, Celina Tomaselli, conocida enfermera del Hospital de Pediatría Doctor Fernando Barreyro de Posadas y quien desde hace un año está jubilada, tras 33 años de servicio, decidió romper el silencio y hablar de la causa ante PRIMERA?EDICIÓN. Están a punto de cerrar la investigación y ya no sabemos a quién recurrir, afirma, con dolor.
Recuerdos y dolor
Celina recibe a este Diario en la sala de su casa. A sus espaldas, una vitrina llena de trofeos que, a la vez, son parte de los recuerdos. Desde muy chico comenzó a jugar al ajedrez. El orden, el deporte y la disciplina fueron siempre sus virtudes, por eso cuesta entender que haya desaparecido así sin dejar avisos, sin dejar rastros, se lamenta Celina, con el peso de más de doce años de angustia.
Durante todo este tiempo, la mujer buscó y buscó alguna razón. Una explicación. Pero solo encontró más preguntas. En ese entonces él estaba recientemente separado, residía en una pensión en Gualeguaychú y tenía un hijo que hoy tiene quince años. Nicolás decidió seguir una carrera militar porque siempre fue su pasión, al igual que sus hermanos mayores. Alberto actualmente está en la Policía de Misiones y Celina, mi hija, también es del Ejército y está en una base, en el sur, explica la entrevistada.
Aún hoy Celina debe hacer un esfuerzo enorme para hablar del tema. Entre lágrimas, recuerda cómo fue la última vez que habló con su hijo.
Fue tres o cuatro días antes de ese 26 de noviembre de 2005, en el que me comunicaron de su desaparición. Fue una llamada telefónica, una de tantas que me hacía regularmente. Fue una charla linda, de madre a hijo, con promesas de vernos pronto. No hubo alteraciones en cuanto a los diálogos que siempre manteníamos. No hubo nada extraño. Estaba muy entusiasmado porque en el curso de ascenso estuvo entre los diez mejores, rememora Celina y explica que su hijo, especializado en óptica militar, se dedicaba al mantenimiento de visores, binoculares y miras de uso castrense.
La pasión que desde pequeño sintió el joven por el servicio militar no cambió a lo largo de su vida. Nicolás egresó de la Escuela de Suboficiales General Lemos, en Campo de Mayo. Se capacitó en técnico óptico en 1999 y al año siguiente le designaron como destino el Regimiento de Caballería de Exploración 12, Coronel Zelaya, en Gualeguaychú, recuerda su madre, quien agrega que ese sábado 26 de noviembre, me contó su pareja que él salió rumbo a la base, a trabajar, pero nunca regresó. Sus superiores dijeron que tampoco se presentó a cumplir sus funciones, es decir, que nunca llegó a destino. Desde ese día no se sabe absolutamente nada de su paradero, no hay pistas, no hay datos, nada.
Nada extraño
Difícil imaginar la desesperación de Celina cuando se enteró de la noticia. La mujer recuerda que, apenas supo, intentó viajar lo antes posible a Entre Ríos, pero surgieron miles de impedimentos. Recién pudo estar en Gualeguaychú en febrero de 2006, es decir, poco más de dos meses después.
Me entrevisté con autoridades militares y me atendieron muy bien. Me recibió el segundo jefe de la base y me dijo que todas las preguntas que yo quería hacerles, ellos me iban a contestar, que estaban a mi disposición. No obstante, luego de mantener una extensa charla se sinceraron y me dijeron que así como el caso de mi hijo era tan extraño para nosotros, nuestra familia, lo era también para ellos, recordó Celina sobre ese primer encuentro.
Los militares le dijeron que no habían observado nada extraño en el comportamiento de su hijo durante los días anteriores. Me contaron que no tenía problemas con nadie, que no había tenido ninguna discusión con algún camarada. No había nada fuera de lo normal. Desde ese día, quedamos en comunicarnos con la base. Si yo me enteraba de algo, les iba a avisar. Si ellos sabían de algún dato, me llamarían. Hasta hoy no volvimos a comunicarnos, se lamenta.
Angustia y espera
Una de cal y una de arena. Celina agradeció desde siempre el compromiso del Ejército. Y a la vez, criticó la falta de sensibilidad de la Justicia de Entre Ríos.
La denuncia por la desaparición la radicó la esposa de mi hijo. Se abrió una causa en el Juzgado de Instrucción 3 de Gualeguaychú. Lo que me dio mucha tristeza es que como madre esperaba que me llamaran, no porque tuviera datos para aportar, pero que me digan algo, que me contaran algo del expediente… yo respeté, sigo respetando porque no sé nada de Derecho y, como ciudadana, soy muy respetuosa de la ley. Pero siempre esperé que me llamaran para participar de alguna forma en el expediente. Todo eso duele más ahora, que sé que la causa está cerrada y no lo van a buscar, resume Celina, con la voz entrecortada y los ojos humedecidos.
Desesperada por saber de Nicolás, la mujer golpeó varias puertas y recurrió, incluso, al Juzgado Federal de Posadas. Me atendieron bien, pero me explicaron que no pueden hacer nada porque la causa es investigada en otra provincia. Todo es muy triste, porque no siempre pude viajar y estar allá atenta a lo que hicieron o dejaron de hacer en Entre Ríos, comenta.
Ya con pocas esperanzas en la Justicia de aquella provincia, Celina acude a la solidaridad de la gente. Como madre quiero pedir a través del Diario que, si alguien sabe algo, por favor se comunique con nosotros. Por más pequeño que sea el dato, no importa, es enorme para mí, sintetiza Celina, quien reconoce que cualquier pista me permite esperanzarme en que la investigación se extienda un poco más. Quiero saber por las buenas o por las malas qué pasó con mi hijo. Tengo toda la ilusión de que un día toque a la puerta, pero la esperanza es cada vez más pequeña, admite sobre el final, a la espera de que el milagro que soñó por más de doce años alguna vez se haga realidad.
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