Cuando hablamos de valores tenemos un barullo de ideas. ¡Es el precio de un auto! -pensamos- o ¡Es la cotización del dólar!; con tanta información económica que sufrimos todo lo pensamos como valor en dinero. Pero hay elementos que no son materiales para estimar, como nuestras ideas o pensamientos, las cuales tienen un valor según su significado.
Nosotros somos fundamentalmente generadores de ideas, ellas nos dan el sustento de nuestro accionar, donde la cantidad y calidad de estas ideas se inclinarán donde pongamos nuestro interés.
Si valoramos mucho el dinero nuestras ideas serán sobre números, intereses, cotizaciones y ganancias, usaremos el tiempo para pensar en lo monetario; si valoramos mucho el sexo pensaremos en conquistar personas que nos seducen sexualmente, si nos interesa lo espiritual nuestros pensamientos irán en búsqueda de lo sagrado y de la idea de Dios.
Un maestro frente a sus alumnos tomó un billete de cien pesos y les dijo-¿Quién quiere el billete?-, todos asintieron.
Luego tomó el billete, lo arrugó, lo pisoteó y lo aplastó dejándolo un asco, y volvió a preguntar -¿Quién quiere el billete?-, todos levantaron la mano.
No importa lo que haga con el billete, ustedes lo querrán porque no pierde su valor. Así debería ser con nosotros, donde a pesar de ser aplastados, pisoteados y sentirnos sin importancia, debemos saber que nuestro valor no se pierde, salvo que nosotros lo creamos.
Por eso que estando sucios, limpios, gordos, flacos, demacrados, aplastados o molidos, nada de esto importa, seguimos siendo importantes.
Valor viene del latín aestimable que significa la estimación que hacemos de cualquier elemento, objeto, hecho, persona o pensamiento.
Desde antiguo a los pensadores les interesaba el análisis y la valoración de las cosas u objetos como una escultura o un terreno, pero también deseaban valorizar los conceptos individuales, sociales, abstractos y espirituales; tales como belleza, el bien, el mal, la libertad o la mística.
Platón decía que el valor o la estimación de algo es lo que le da la verdad, la luz y la belleza a un objeto, como por ejemplo una pintura; otros valoraban la utilidad de un objeto, como un vaso que es útil para beber.
También el valor de algo estaba relacionado con la moral, donde algo podía ser bueno o digno o malo o indigno, según como se use, por ejemplo un cuchillo se puede usar para comer o matar.
El hombre con su mente capta un objeto o situación o emoción, aplicándole un valor que puede ser compartido dentro de la sociedad, ya que fuera de ella no lo tiene, como una computadora que en la selva es inútil.
Valoramos los objetos naturales como los ríos, los bienes que usamos como los autos, los acontecimientos históricos como la fiesta de la independencia, la herencia cultural como nuestros orígenes indígenas y la estética de esos bienes, es decir si son bellos o feos.
Cada persona es dueña de decidir y elegir sus valores, los cuáles dirigirán su comportamiento y determinará su calidad de vida, también poseemos valores subjetivos como la dignidad, el honor, un ideal o el amor.
Hay valoraciones individuales como el amor, la honestidad, la espiritualidad; y otras grupales o sociales como los ideales, las políticas, las leyes, la educación, la independencia y la justicia.
Nuestros valores morales edifican nuestra dignidad y determinan lo bueno o malo para cada uno, encontrándole así significado a ser honesto, sincero y bondadoso.
La dignidad es un derecho de todos de ser tratados con respeto, la generosidad es dar sin esperar nada a cambio, como dinero, bienes, talentos, para ayudar a otros, muchas veces equiparada con la caridad.
Los valores morales incluyen el amor o unión desinteresada entre las personas, y el agradecimiento o gratitud que es la actitud con la cual se reconoce haber recibido un beneficio de otros.
Con el respeto nos apreciamos nosotros y a los otros sin lastimarnos, la amistad es una relación profunda entre personas y la bondad es demostrar un buen comportamiento.
Los valores morales y espirituales están muy emparentados, enseñándonos a descubrir lo que nos hace bien y mal, enseñándonos a amar y respetar al semejante y a Dios.
Ambos valores nos enseñan lo valioso para nuestra vida y nos guía en la búsqueda de la perfección, que está en adoptar lo verdadero, lo honesto, lo justo, lo puro y lo amable, como lo menciona el Apóstol Pablo en su carta a los Filipenses.
En el 2014 en La Plata-Rep. Arg.- unos jóvenes asaltaron un negocio de ropa deportiva, el padre de uno de los asaltantes lo descubrió y fue a la comisaría con su hijo a devolver lo robado, solicitando allí una nueva oportunidad para él y suplicándoles que no lo encerraran.
Su padre, un trabajador honesto, padre de familia responsable, de confianza y buena persona, se sintió avergonzado porque le faltó el respeto a la familia y a la gente del barrio.
Es un chico bueno pero las malas juntas y el alcohol le hicieron cometer un error, está arrepentido y tiene miedo. Me prometió hacer todo lo necesario para salir de este problema. Le exigí o te recuperas y vuelves a ser el de antes o vas a la cárcel, contó su padre.
El chico, sin antecedentes y con el compromiso ante la Justicia de tratar su adicción, volvió con su padre, aunque vinculado a la causa abierta por robo.
En nuestra sociedad compleja bebemos a diario muchas ideas de economía, política, deportes, sexo, artes, estupideces o propagandas, comercio, que taladran nuestra mente y no nos dejan pensar, estamos alimentados con chismes y novedades, pensando a veces que nos aburrimos si apagamos la televisión o la computadora.
Lo importante es no perder nuestra capacidad de pensar críticamente, que es elegir la idea más conveniente para nosotros y los que nos rodean, empezando así una nueva valoración de la vida.
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