La posadeña Erika Avelli inició su emprendimiento el año pasado y busca conquistar un mercado conservador y exigente. Hasta el creador de los Angry Birds conoció el tradicional producto de nuestra región gracias a ella y su socia . 
Nacida y criada en la capital misionera, Erika Avelli estudió Ingeniería Industrial en Buenos Aires y luego siguió capacitándose en el exterior, antes de volver a Misiones para trabajar en su profesión. Sin embargo su vida dio un vuelco hace siete años cuando a su esposo Fernando, también ingeniero industrial, le ofrecieron un importante trabajo en Finlandia.
Además, para entonces tenían ya a Emma, una beba que hoy tiene 8 años. Armaron las valijas y dejaron atrás Argentina para iniciar un camino muy lejano, no solo en lo geográfico sino en la forma de vida, tan distinta en el extremo Norte de Europa.
Apenas asentados en Helsinki nació también Juan, hoy de 6 años, por lo que Erika se dedicó full time a criar a sus hijos. Cuando éstos fueron creciendo, quiso volver a trabajar pero le resultó difícil reinsertarse en el mercado laboral después de tanto tiempo, y sobre todo siendo extranjera y con la complejidad de uno de los idiomas más herméticos del mundo.
Fue entonces que se le ocurrió convertirse en emprendedora por cuenta propia, no tanto por necesidad económica sino por sentirse útil profesionalmente. Así, en parte como hobbie y en parte por la nostalgia de su tierra natal, llegó a la idea de fabricar uno de los productos regionales por excelencia: la chipa.
Confiesa que hasta entonces nunca se le había ocurrido preparar sus propias chipas: siempre las compraba hechas o se las mandaban cuando estudiaba en Capital Federal. Pero en Finlandia no había forma de degustarlas si no era poniendo manos a la obra.
Viendo que le salían ricas y que cuando invitaba a sus nuevos amigos obtenía buena repercusión, se decidió y, junto a otra argentina (Agustina Lagomarsino, oriunda de Buenos Aires), comenzaron a producirlas de forma industrial y convertirlas en negocio.
Mucho les ayudó la red estatal finlandesa, que apoya con fuerza a los emprendedores tanto con beneficios económicos (ayudas financieras y/o impositivas para que no les cueste tanto arrancar sus proyectos) como con asesoramiento directo para hacerlos crecer en sus etapas iniciales.
A cambio, Erika y Agustina tuvieron que cumplir las estrictas reglamentaciones con respecto a la producción de alimentos existentes en el país: certificados bromatológicos, inspecciones varias y múltiples requisitos para la habilitación de la sede de trabajo, que terminó siendo la propia casa de la posadeña, en un espacio acondicionado especialmente para ello.
Lo cierto es que pasaron con creces todos esos controles e incluso sorprendieron a los inspectores con la asombrosa cantidad de almidón que ya habían acumulado para arrancar con la producción: media tonelada. Deben estar muy convencidas de que va a funcionar, les dijeron.
Y sí, se tenían mucha fe. Estaban seguras de que la chipa combinaría perfectamente con una de las tradiciones más arraigadas entre los finlandeses: la hora del café, a pesar de que ellos lo acompañan siempre con dulces y no con salado, pero ellas confían en revertir esta situación. Además, tienen otra ventaja a su favor: es un snack ligero y libre de gluten, una condición nutricional muy valorada en ese país.
Aunque el proyecto se viene trabajando desde mucho antes, la empresa opera oficialmente desde agosto del año pasado, de forma que actualmente siguen en plena etapa de ganar mercados, para lo cual Internet y las redes sociales cumplen una función fundamental.
De hecho, su principal fuente comercial son los llamados Reko lähiruokapiiri (comida cercana o comida local), pequeños mercados de productores para comprar y vender sin intermediarios, similares a las ferias francas pero virtuales, ya que se abren en Facebook por espacio de breves lapsos de tiempo (media hora, por ejemplo), se toman todo los pedidos y de inmediato se realiza el delivery.
Hoy funcionan decenas de emprendimientos con esta modalidad y a cuatro o cinco de ellos provee Erika. Bajo ese sistema, claro está, las ventas son muy inestables: un día te compran toda la producción y otro día casi nada.
Nuestro objetivo es crear el hábito de consumo entre los finlandeses, recalca Erika, quien reconoce que es una tarea difícil porque son muy conservadores como clientes y en el país no existe un producto similar ni siquiera parecido. De hecho, solo algunos que pasaron por Brasil y conocieron el pão de queijo encontraron en la chipa un sabor al menos familiar.
Tal vez por eso decidieron crear blends o formatos de chipa gourmet, como la que incorpora un toque de cibulette, otra con pimiento chili o la que crearon para la pasada Navidad inspirada en la tradición local de comer en esas fechas galletitas de jengibre untadas con queso azul.
En cuanto a las materias primas, Erika contó que Finlandia es una tierra de muy buen queso, y que en parte eso también las impulsó a desarrollar la producción de chipa. Sin embargo, el almidón es mucho más difícil de conseguir. Cuando comenzó a trabajar en el proyecto no había forma de hacer llegar el almidón desde Misiones, por eso lo compraron de Tailandia a través de Holanda, pero nos haría mucha ilusión si alguien que produzca en Misiones se entera y podemos usar el almidón de mi tierra.u000Au000Au000A
La vida en Finlandia
Según Erika, una de las principales barreras para una misionera (o una argentina, o una latina
) es la idiomática: Es un idioma casi incomprensible, me pasé dos años aprendiendo y más o menos puedo entender, me animo a leer un papel y por ejemplo trato de hacer las compras hablando en finés, pero me doy cuenta de que cometo muchos errores. Incluso mi hija de 8 años, cuando me acompaña, me dice: Déjame a mí y les digo lo mismo que vos pero bien, confiesa entre risas.
Al principio en el supermercado era un gran problema, ni sabía lo que compraba. Por suerte acá el segundo idioma es el sueco, y ése aunque sea razonando se puede entender un poco más, pero el finés es casi imposible, insiste.
¿Y cómo hacen entonces con la educación de sus hijos? Al principio la misma escuela nos ayudaba con tutores especiales o incluso con traductores que provee el propio Estado cuando los docentes no se animaban a hablarnos en inglés, porque la mayoría maneja el inglés y era el idioma en el que nos comunicábamos más frecuentemente, cuenta.
En cualquier caso ahora, al entrar a primer grado, elegimos una escuela donde se hable en inglés, no tanto por nosotros sino por los chicos, porque está bien que hablen el finlandés para comunicarse mientras estemos acá, pero el día de mañana el inglés les va a ser más útil.
No es ningún hallazgo que Erika reconozca que en Finlandia hace mucho frío, pero en cualquier caso aclara que hay un dicho acá que dice que no hay mal tiempo, sino mala ropa: están perfectamente preparados para el frío con todo tipo de ropa y los lugares están totalmente acondicionados, incluso están tan acostumbrados que, aunque esté helando, no dejan de salir a la calle. Entre risas, admite también que, a pesar de llevar ya varios años en el país, yo todavía salgo un poco menos que ellos cuando las temperaturas son muy bajas.
Y lo más interesante es lo que revela después: Peor que el frío es la oscuridad. Por ejemplo, ahora en marzo hace mucho frío pero hay luz y eso es lo que realmente nos importa. En noviembre, cuando amanece a las 9 de la mañana y a las 3 ya es de noche, te querés morir, es un mes para irse porque no solo te cambia el ritmo de vida sino que te cambia el humor, te deja mal.
Entre las virtudes que más destaca de los finlandeses enumeró lo respetuosos que son, por ahí un poco serios y distantes, pero muy amables. Además, me encanta eso que acá llaman tarkka: que todo lo que hacen tratan de hacerlo con precisión.
También me gusta mucho la naturaleza que tenemos alrededor. Yo vivo a las afueras de Helsinki, a media hora del centro más o menos, y sin embargo enfrente de mi casa a veces hasta puedo ver ciervos, cuenta.
Erika y los suyos tratan de volver al menos una vez por año a la Argentina, porque por supuesto que uno siempre extraña a la familia, a los amigos, aunque luego de un tiempito allá, te das cuenta de que todo sigue siendo igual: los mismos problemas, las mismas quejas, el mismo nivel de nerviosismo… Pero ahora ya hace un año y medio que no vamos, así que ya tengo un poco de nostalgia, admitió a PRIMERA EDICIÓN través de Skype.
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