La problemática habitacional en esta localidad es cada vez más grave y se traduce en una elevada demanda de alquileres, que a su vez alza los precios de los arrendamientos hasta límites insostenibles para amplias franjas de la población.
La semana pasada ingresó en el Concejo Deliberante sanvicentino una nota con más de 150 firmas de jefes familiares que pidieron a la gestión más viviendas sociales. Se trata de personas cuyos ingresos apenas llegan al sueldo mínimo, vital y móvil, que en su mayoría trabajan en negro y no pueden acceder a las casas que construye el Instituto Provincial de Desarrollo Habitacional (IPRODHA).
Por lo general, esta demanda se hace visible recién cuando surgen las intrusiones en espacios públicos o privados. La mayoría de la gente que ocupa estas tierras es de bajos recursos y no pueden solventar un alquiler.
De igual manera se producen los asentamientos irregulares en tierras fiscales, donde construyen viviendas en pésimas condiciones, con el tiempo consiguen uno de los servicios esenciales como es la luz, mientras que con el agua la obtienen de pozos artesanales.
Próximamente se van a entregar en San Vicente cien viviendas sociales. La intención del Ejecutivo municipal es reubicar a los habitantes de la llamada Villa Tripa, que están al lado de la ruta nacional 14, en el acceso norte de la ciudad, y sobre los cuales pesa una inminente orden de desalojo.
Más allá de esos dos proyectos, no hay viviendas en construcción en la Capital de la Madera. Las últimas se entregaron en mayo del año pasado, luego de tres años de esperas de los adjudicados en el barrio Sagrada Familia. Las versiones indican que desde el IPRODHA están buscando terrenos para iniciar un nuevo barrio.
En paralelo a este déficit habitacional, la gran demanda de alquileres hace que suban mucho los precios. Prácticamente no hay casas o departamentos libres en la zona del centro. En los barrios más alejados sí se consiguen, pero los costos no son muy distintos a los del casco céntrico. Un departamento con una construcción precaria y de dos habitaciones no baja de tres mil pesos mensuales. En la periferia hay piezas de maderas con baños tipo letrinas compartidas.
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