Claudia Pereyra Da Costa y Lovis Ferreyra fueron encontrados culpables del crimen a balazos del colono de El Soberbio. El Tribunal Penal 1 de Oberá dictó sentencia pasado el mediodía.
Díganle que las amo, que igual las amo. Con esa frase dirigida a dos de sus hijas y en medio del llanto, Rosa Claudia Pereyra Da Costa (44) marchó a cumplir prisión perpetua. Fue tras escuchar la sentencia que dictó ayer el Tribunal Penal 1 de Oberá. La hallaron culpable de pagar para asesinar a su marido.
El mensaje de la imputada cobró relevancia luego de que el miércoles asegurara que tanto sus hijas como un cuñado la presionaron para autoincriminarse en el homicidio de Ángel Altísimo (44), quien fue ultimado de cuatro disparos en la noche del 23 de junio de 2013 en su vivienda del Paraje Campín Largo de El Soberbio.
El ejecutor del crimen, a cambio de 14 mil reales -unos 100 mil pesos- fue Lovis Ferreyra (36), coimputado en la causa y quien recibió similar condena. Más allá de la faceta dura que mostró durante el juicio, tras escuchar la condena también rompió en llanto y se descompensó.
El fallo estuvo en sintonía con el pedido de la fiscal Estela Salguero de Alarcón, quien solicitó la máxima pena. Ambos defensores, Rolando Godoy y Enrique Nass, pidieron la absolución de sus defendidos. Sin embargo, la última palabra la tuvieron los jueces José Pablo Rivero, Francisco Aguirre y la subrogante Mónica González. Los fundamentos se conocerán el jueves 26 de abril.
Las pericias, la base
Al momento de los alegatos, la fiscal sostuvo su acusación en las pericias telefónicas, que durante la instrucción echaron por tierra la coartada de Ferreyra. Tampoco dejó escapar las contradicciones de la imputada durante su declaración en el debate.
En cuanto al móvil del crimen, Salguero dejó en claro que todo se inició con los conflictos de la pareja, donde la víctima tenía constantes sospechas de infidelidad y era amenazada.
Acerca del hecho, la fiscal indicó que fue Pereyra Da Costa quien hizo entrar al asesino y calmó a los perros para que no ladraran. Dejó a su marido lavando platos, con una ventana abierta pese a que era invierno, para que Lovis disparara. No fue a ver a los chicos tras los disparos, fue a recibir el arma porque su cómplice tenía salidas transitorias y no podía caer con un revólver en su poder, reconstruyó.
Mandó a lavar la escena y hasta su marido le dijo a la Policía antes de morir aquí hay algo oculto. Tuvo frialdad en el juicio, no le miró a la cara a su hija cuando le dijo hizo una cosa muy fea para nosotros.
“Dijo que estuvo prófuga porque trabajaba pero huyó porque algo tenía que esconder ¿o se olvidó que tenía que notificarse cada quince días en el Juzgado? Culpó a su primer abogado porque se autoincriminó y dijo que fue presión de su cuñado, algo que no podemos corroborar porque éste murió. La familia no la presionó por las propiedades. Al contrario, las hijas tuvieron que dejar de estudiar para hacerse cargo de los hermanos más chicos, concluyó la fiscal antes de solicitar la prisión perpetua para ambos.
Contra el yerno de la víctima
A su turno, los defensores apuntaron contra el yerno de la imputada, Clayton, quien trasladó a Altísimo al hospital y quien le dijo a la Policía que su suegra le ordenó ocultar el arma o iban todos presos.
Nass, en tanto, aseguró que Ferreyra, su defendido, no recibió dinero ni promesa remuneratoria y nunca se probó que estuvo en la escena, mucho menos que disparó. El teléfono le fue incautado sin chip en un operativo irregular del Servicio Penitenciario y pedí su anulación. No se le hizo pericia caligráfica a Clayton para ver si no fue él quien envió la carta anónima a la Policía. Y los perros no ladraron porque conocían al que disparó. Nass solicitó que su cliente fuera sobreseído por falta total de pruebas en su contra.
Por su parte, el abogado de la imputada, Godoy, señaló que el letrado que la defendió al principio dejó que ella se autoincriminara sin que leyeran sus derechos a abstenerse y que no se tuvo en cuenta que se desdijo en la segunda indagatoria. Fue un acto ilegal y por eso pedí la nulidad del auto de requerimiento a juicio.
Para Godoy, a su defendida le pusieron la soga al cuello al dejar que se autoincrimine y ahora tendrá una muerte lenta. Fue coaccionada en la primer indagatoria. Y pese a que fue golpeada durante los 25 años de pareja, no se trató el caso en un contexto de violencia de género.
Pidió la absolución por el beneficio de la duda y porque no se investigó correctamente, tras lo cual trazó un paralelismo con el caso García Belsunce, donde el viudo Carrascosa finalmente fue liberado.
Discussion about this post