Lo digo o no? … Todo lo que callé
¿Cómo lo digo? ¡Tengo que decirlo ya! ¡Me van a escuchar!
¿Por qué lo dije? ¡Quiero oír la verdad! ¡Uh
no lo trago! ¡Basta de ruidos, quiero silencio! ¡Qué lindo es cantar esa hermosa canción! ¡Qué agradable es conversar con estas personas! ¡Es un placer estar en la radio!
Todo eso y mucho más, incluso las muletillas, tienen lugar en el chakra de la garganta, que es el quinto de los siete principales centros de energía vital.
Su nombre es Vishuddha y se ubica en el cuello, junto a la prominencia laríngea conocida como nuez de Adán, en el plexo tiroideo, donde está su glándula correspondiente que es la tiroides. También se relaciona con órganos del sistema respiratorio y del aparato digestivo y le corresponden regiones anatómicas como la mandíbula, las orejas y el aparato vocal o fonador, porque controla la zona horizontal del cuerpo desde el punto central de la nariz hasta las clavículas.
Si el Anahata o chakra del corazón, como centro del amor universal, se sitúa en el punto medio entre los Chakras de orden físico y los de orden espiritual, a su vez el Chakra de la garganta es un puente vital entre los cuatro elementos de los Chakras inferiores y el principio del pensamiento en el centro del entrecejo.
Siendo su principio fundamental la conciencia del sonido, el Vishuddha tiene por función la comunicación, ayuda a expresarse al corazón y puede transmitir la intención del alma, sonorizar las emociones que brotan del segundo chakra y también la afirmación de mi verdad, además de regular el poder y el impacto de las palabras así como la capacidad de decir que no y de mantenerse firme ante circunstancias adversas; pero también favorece la capacidad de escuchar a los demás, la comprensión y la expresión creativa.
La tradición del Yoga nos dice que este centro controla la forma de energía que genera la expresión vocal y también la expresión facial, los gestos y hasta la noción de espacio personal. También nos dice que cuando el Vishuddha está activo, la persona toma conciencia de su mente y también de su función intelectual desvinculada de lo físico -consideremos la correspondencia entre la estructura lógica y la del lenguaje-; pero también se hace conciente de la realidad de los mundos internos y de que, como seres humanos, existimos simultáneamente en los mundos sutiles y en el mundo físico, lo que permite la percepción del dharma o propósito existencial.
Un desequilibrio en este centro puede ocasionar una comunicación brusca u obstinada, pero si está equilibrado a la persona le interesa hablar con la verdad en el sentido más alto. También puede suceder que el Vishuddha se encuentre bloqueado o cerrado (tengo un nudo en la garganta); en este caso el individuo es incapaz de expresar lo que siente, no se responsabiliza de sus necesidades personales, rechaza lo que se le ofrece y esa carencia de receptividad puede generarle una actitud de víctima. En cambio si este centro está abierto o desbloqueado, la persona atrae aquello que necesita y lo recibe para su propia evolución, porque todas las formas de energía de los cuatro Chakras inferiores pueden ser procesadas por el quinto chakra; incluso las frecuencias más densas como la cólera, el dolor y el temor pueden ser transmutadas en alegría incondicional para nutrir los cuerpos físico y sutil y para irradiarla hacia el entorno. Con este centro despierto se trasciende el temor, el Yo Soy puede emerger y la persona puede expresarse plenamente en todas las situaciones.
Su símbolo es un loto de dieciséis pétalos. Su elemento es el éter y su cualidad asociada es el espacio. Su color es el azul, su planeta es Mercurio y su metal es el mercurio. Su deseo es comunicar. Su sentido es el oído, relacionado con el principio del sonido. Su mantra armonizador es Ham y su nota musical es Sol. La postura que el Hatha Yoga propone para desbloquear y equilibrar el Vishuddha es el arado, que genera energía, activa tiroides y paratiroides y es sumamente beneficioso para la columna vertebral; esta postura se complementa con el pez, la cobra y similares en el espacio de calma de la colchoneta, con la respiración nasal que suena a suave oleaje marino en la faringe y con la guía ineludible de tu profe, en la hora del ahora. Namasté.
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