Elegir cien lugares de nuestro país por su belleza, su poesía, su gente, su color o cualquier otra cualidad que pueda agregarse a la simplicidad de la geografía es de por sí una tarea imposible.
Aunque el intento sea otra utopía porque los argentinos, aunque muchas veces parecemos ignorarlo, sabemos que tenemos privilegios de un país lleno de bellezas y si no lo sabemos debemos aprenderlo, un país en el que podemos encontrar infinidad de propuestas para vivirlas intensamente sin necesidad de ir más allá de las fronteras atractivas que puedan tentarnos.
Me gustaría aclarar que no son las cien mejores ni las más bellas son solamente cien entre infinidad de ellas. Pero lo importante es esta primera aproximación a una realidad.
Conocer nuestro país, vivir intensamente disfrutarlo, proteger sus paisajes y sus encantos naturales y aquellos que han sido creados por el hombre y recibir en él a los visitantes abriéndoles las puertas con orgullo y mostrándoles la razón del mismo, para ello es necesario que comencemos a ser nosotros mismos los que privilegiemos nuestras opciones, conociendo palmo a palmo lo que la Argentina nos ofrece como patrimonio natural antes que intentar más allá de las fronteras, la aventura y el regocijo de la belleza y el paisaje ajeno, nuestro país reúne toda la geografía del trópico al polo. Pueblos pintorescos con toda autenticidad regional de su paisaje y todo aquello que puede además incitar al descubrimiento y la aventura: Un patrimonio humano excepcional porque nuestra gente sigue siendo igual que el paisaje.
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