Elvio Gómez González ingresó a la Policía a fines de la década del 60. Por elección, su destino fue Panambí, donde cumplió sus 26 años de servicio. El contrabando era impresionante, todo pasaba a Brasil, hasta yuntas de bueyes llevaban en las canoas, recordó.
El río Uruguay nunca fue impedimento para el paso de mercaderías hacia uno u otro país. La inhospitalidad que vestía la zona hasta hace un par de décadas favorecía el contrabando. Delito que pocos se animaban a enfrentar y, menos aún, los que escogían combatirlo. Elvio Gómez González optó por esta vida. Aquí, por elección, vistió durante 26 años el uniforme de la Policía provincial, tiempos nada fáciles, que hoy recuerda en la tranquilidad de su hogar, el que construyó para abrigar a su familia.
Eran tiempos de Isabel Perón, el contrabando, sobre todo de harina, era impresionante, venían los camiones tan cargados que no subían los topes, quedaban en el camino, durante la noche se llevaban todo o bien descargaban provisoriamente en los negocios chiquitos, pequeños locales tenían mercadería del piso al techo, ibas al otro día y ya no había nada, recordó Gómez González.
Y agregó que, en ocasiones, al atardecer era imposible sostener el paso de brasileños, que desembarcaban en busca de maíz, cerveza, picadillo, carne, incluso trasladaban bueyes hacia la otra orilla en canoas.
Era tremendo, tuve muchos problemas, en aquel tiempo no existía radio, ni luz, ni teléfono, nada, para entregar citaciones hacíamos diez, quince kilómetros caminando o a caballo, no era fácil, sostuvo el policía retirado.
Un día de lluvia el jefe me dijo cargá nafta en la camioneta, una Chevrolet 57, no teníamos ni una comodidad, puse el combustible en un balde, había unas maderas y al lado fuego, no me di cuenta y al levantar tacho para poner la manguera cayeron unas gotas al suelo, vino la llama y me agarró la mano, el brazo, el costado, memoró exhibiendo sus cicatrices y agregó largué todo y disparé, los compañeros me corrieron, me tiraron una frazada, consiguieron un jeep municipal y salimos a Oberá, en el camino nos quedamos sin nafta, la piel se inflaba, explotaban las ampollas, se me caían las uñas, fue terrible, estuve cien días de licencia.
También, producto de un enfrentamiento con contrabandista, tengo una operación en el torso, una bala me entró por el brazo, salió, ingresó por el costado y bajó, remarcó. Con su compañero habían incautado harina y siguieron al pasero, dicen que él nos buscaba, era un hombre muy grande, ya se había tiroteado con Gendarmería, un tipo corajudo, decidido a todo; después que me baleó mi compañero luchó con él, lo tumbó, pero era livianito, yo saqué el cuchillo primero, después la pistola, iba a disparar, pero me dije tengo familia, relató.
Durante la lucha el colega de Gómez González también resultó herido de bala en la rodilla, pero pudieron contener al forajido. No me dolía, sólo cuando entró el proyectil, me quemó, sentía caliente, pero me faltaba la respiración, me encontré con un panadero de Oberá, que iba en un Citroën viejo, le expliqué lo que había pasado, pero ya estaba al tanto, todos sabían que nos íbamos a tirotear, alzamos al tipo, a mi compañero, que no podía mover la pierna y los tres vinimos heridos hasta un cruce, ni esposas había, no existían, si tenías una piola o cinto, bien, pero así nomás fuimos hasta el destacamento. Allí, un señor que tenía una F100 nos llevó por Ameghino, no existía el asfalto, hasta Oberá; cuando llegué al hospital, no había cama, a mi compañero no sé dónde lo metieron, a mí me dejaron en una sala con mujeres y chiquitos hasta el amanecer, cuando murió uno, entonces me cambiaron de sala, la sábanas de la cama a la que me cambiaron tenían sangre, le dije al enfermero, pero me contestó sí, recién murió uno ahí, y bueno, me acosté nomás, no quedaba otra, al otro día fue el inspector, me llevaron a una clínica, a la noche me operaron, pero nunca pudieron sacar la bala, aún la tengo, dijo.
Decisiones
Fueron esas cosas de la vida las que llevaron a Gómez a incorporarse a la fuerza. Mi suegro era chaqueño y pertenecía a la institución, lo trasladaron en la época en que Misiones era Territorio Nacional, estuvo en Oberá, Los Helechos, Ameghino, después en la Quinta, en Garupá, también en Posadas, los chaqueños no son fáciles, son muy ligeros, yo trabajaba en un secadero de yerba, hacía de todo, él me propuso ser policía, confesó.
Entré como agente en Posadas, trabajé un tiempo ahí, estuve en El Brete haciendo unas guardias, en aquel tiempo allí estaba el hangar del puerto; éramos más de treinta, uno se iba a un lado, otro a otro, preguntaron quién quería venir a Panambí y bueno, yo, dije, llegué en el 69 e hice acá los 26 años de servicio, agregó.
Era una época en la que no se ascendía, empezamos a ascender en el 76, así llegué a sargento ayudante. Vivíamos recargados, los sábados salíamos de la guardia y a la noche cuidábamos los bailes, al otro día a las 7 a la guardia otra vez, 24 horas, hoy el personal hace 12 por 24, se mueve el móvil por pocas cuadras, todo es diferente, describió.
Y, aunque no lo dice, su rostro refleja el orgullo el haber servido a la provincia.
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