Las circunstancias de la vida, ajena asegura, pero que narra como propia, lo impulsaron a aferrarse a la mímica y tomar las calles con mensajes de prevención a los conductores.
Si no se tomara la vida como una misión, dejaría de ser vida para convertirse en infierno, dijo León Tolstoi. Él llegó al mundo para robar sonrisas y, por sobre todo, concientizar. Se niega a decir su nombre, porque prefiere que lo conozcan con alguno de los tantos apodos que le puso la gente, por eso en la capital de la tierra colorada es El payaso del tránsito.
Asido de la mímica, que sólo hace a un lado cuando una situación especial lo requiere, con la nariz roja, el rostro blanco y una gran sonrisa dibujada, día a día se para en algún semáforo de la ciudad para invitar a los conductores a, por ejemplo, colocarse el cinturón de seguridad, sabiendo que su personaje tiene vida propia, entonces lo cuido, lo resguardo, trato de crear fantasías, no de destruirla, hay pocas veces en que la fantasía no se acepta ni se deja aceptar. Peyorativamente se dice no hagas payasadas, no seas payaso, como si hacer reír está mal, como si dar alegría está mal, es como que el sistema te está imponiendo esas cosas, te está diciendo que está mal ser alegre, está mal hacer sonreír a los demás, confió.
Sin embargo todo cambia en él cuando se indaga en qué lo motiva a escoger la seguridad vial como leitmotiv de su rutina.
Sus ojos se nublan de lágrimas contenidas, sus cuerdas vocales se trenzan en un nudo y el esfuerzo para emitir palabras se duplica. Me crucé con un payaso viejo que una vuelta iba apurado con su familia, respetando las normas de tránsito, como siempre, pero otro no las respetó y lo chocó. Pensó para qué usar el cinturón de seguridad si manejo tranquilo, cuidadoso, para qué voy a hacerle poner el cinturón a mi señora y a mi bebé, si manejo bien, pero nos olvidamos que en la calle no estamos solamente nosotros y que hay gente que no maneja bien, que es inconsciente, que no tiene el razonamiento de decir no voy a conducir ebrio y esos son los que te joden, mucho más cuando tu familia se va y quedaste vos como conductor, eso fue lo que le pasó a este payaso, quedó con la mayor tortura, él manejaba y parece que su peor castigo fue quedar vivo con ese cargo de conciencia, de culpa, en parte, porque la otra era del inconsciente, del que condujo borracho, entonces en un momento se puso a pensar qué estoy teniendo lástima de mí mismo, no tengo que tener lástima, tengo que llenar mi corazón con humor, con alegría y tratar de que sea contagioso, de convidar esa alegría y de paso concientizar, recordó y añadió que desde entonces sale a las calles con esa misma premisa.
Algunos me dicen estás haciendo educación de tránsito, pero no; una vez, cuando era niño, una señora me trató de maleducado y mi madre me defendió, no permito que le diga maleducado a mi hijo, le enseñé educación, es un mal aprendido, y es así, si tenés el registro de conducir creo que te educaron para tenerlo, sabés perfectamente cuáles son las normas de tránsito a seguir, cuáles no, las faltas. Esa es la idea que tomé de ese payaso, de hacer humor en la calle y, al mismo tiempo, tratar de concientizar, con que uno que se coloque el cinto en el día, para mí ya está, apuntó.
Escenarios de la vida
Muchos fueron los escenarios callejeros por los que pasó este Payaso del Tránsito, no sólo de Argentina. Soy de Buenos Aires, pero hace nueve años ya que vengo con este personaje, paso por Posadas, Eldorado y Puerto Iguazú, para viajar por el resto de Latinoamérica, llegué en enero, pero acá me suelo quedar más tiempo, la gente me hizo parte de la ciudad y no pierdo la esperanza de que desde el Estado me digan me gusta lo que hacés, qué necesitás, un chaleco, un silbato, tomá, reconoció el mimo.
Es que, por ejemplo, tiene el auspicio del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, trabajo en el cementerio de Recoleta; de la Municipalidad de Concordia, Entre Ríos; de la Prefectura de Curitiba, también de la de Florianópolis. Acá voy a seguir insistiendo, remarcó.
E hizo hincapié en que el reconocimiento diario está, por el ciudadano, falta de las autoridades. El artista se mueve con un motor que es el reconocimiento, el artista es el ego, hace todo para agradar a los demás, cuando hace una obra la hace porque le gusta, pero también para que al otro le agrade, sería eso, no pasa porque necesito que me des, porque me lo gano, acá con el calor, bajo el sol, a la siesta, a la tarde, con lluvia, con frío, estoy acá.
Esto me llena de satisfacción, el payaso es un niño grande, un niño que sale y se divierte, y al ser grande tiene ese compromiso de saber cuál es la diferencia, esa línea finita del respeto y el humor que hay que tener, afirmó.
La gente es maravillosa, cuando llegué en enero la cantidad de personas que andaban sin cinturón de seguridad era increíble, ahora me ven y se lo ponen para que no hinche los cocos, pero también sé que es con conciencia, eso es maravilloso, no me queda más que decirle gracias a Posadas, si sigo es por la gente, finalizó.
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