Lidia y Raul Rodríguez, un matrimonio del barrio Esperanza, son abuelos de Felicia, una beba de siete meses que fue rescatada junto a sus seis hermanitos por la Justicia, a mediados de agosto. La beba está bajo el cuidado de los Rodríguez, pero sus hermanitos están en el Hogar Mitaí y estos abuelos han manifestado sus deseos de cuidarlos a todos. “Yo sueño con tenerlos a todos. Si tuviéramos plata no tendríamos inconvenientes. Pero por ahí nos pueden hacer una vivienda para ellos y ayudarnos. Ya lo hablamos en familia, todos están de acuerdo. Esos niños necesitan atención y mucho amor. Creo que tienen derechos que nadie les respetó”, afirmó la abuela. Con la pequeña Felicia acudieron al Mitaí a visitarlos la semana pasada y les llevaron ropas que consiguieron por medio de donaciones de vecinos y familiares.Historia complejaFelicia es la última hija de Graciela S, quien en el momento de entablar relación con uno de los hijos de la familia Rodríguez estaba embarazada. Los hermanos de la beba tienen 12, 11, 7, 6, 4 y 2 años y vivían en una situación de vulnerabilidad junto a su madre. Marina y Karina, las hijas de Lidia y Raúl, habían recurrido varias veces a los asistentes sociales para solicitarles ayuda pero no lograron intervención. “Yo no vivía tranquila pensando en cómo estaban esos chicos. Cuando sabíamos donde estaban íbamos a verlos, siempre estaban sucios, mal alimentados, generalmente solos”, relató la abuela. “Entonces íbamos a hacer la denuncia, nos decían que mandarían las asistentes, pero ahí quedaba”, agregó.RescateHace algunos meses los Rodríguez tomaron conocimiento que la madre estaba viviendo en Colonia Samambaia, a unos kilómetros de Oberá. A fines de agosto fueron al lugar y se encontraron con los niños en una carpa. “Estaban solos, tan sucios, con tan mal olor que descomponía. A la beba le estaban dando un té de brasas. Nos dimos cuenta que la situación no daba para más y llamamos a la Policía. Cuando vino el patrullero llevamos a los chicos a nuestra casa, los bañamos, pusimos ropas de nuestros hijos, con bronca e impotencia, sin comprender por qué debió pasar tanto tiempo para que nos dieran bolilla”, confesaron.
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