Son impactantes las estadísticas respecto al bullying en nuestro país. Argentina lidera el ranking de insultos y agresiones físicas en los colegios. Según la Unesco, 4 de cada 10 estudiantes secundarios admite haber sufrido acoso escolar.En el mismo sentido, del estudio sobre conflictividad y violencia en escuelas secundarias (de gestión pública y privada) realizado por Unicef y Flacso en 2009, se desprende entre otras cosas, que el 66% de los alumnos tiene conocimiento de situaciones constantes de humillación, hostigamiento o ridiculización, incluso hasta de parte de los profesores.Hace pocos días, conmovió la noticia respecto a esta adolescente que tomó una decisión fatal y extrema motivada por estos hostigamientos. Sin embargo, pasa la noticia, pasan los días y todo sigue igual, tristemente igual, porque para un niño que sufre este maltrato no cambia nada. La pasividad hace que este tipo de situaciones se conviertan en el contexto habitual de relaciones interpersonales.Los datos son más que elocuentes, esta realidad nos abarca a todos, adultos y niños. Si bien en materia legislativa se han sancionado diferentes leyes como la de “Promoción de la Convivencia y el Abordaje de la conflictividad Social en Instituciones Educativas”, no es suficiente. Hay un paso que podemos dar ya, revisemos como padres, el trabajo con nuestros propios niños: cómo inculcamos la responsabilidad, el manejo de los impulsos, cómo trabajamos el respeto a la cohabitación de las diferencias interpersonales. Atrevámonos a sentir, a contactar con nosotros mismos, con lo divino que todos llevamos dentro, para poder darnos mejor al otro. Practiquemos la empatía, identifiquemos emociones, reconozcámoslas en nosotros mismos para así poder hacerlo con los demás. Preguntémonos a nosotros y a nuestros niños ¿Cómo me siento cuando sucede “X”? y ¿Cómo me comporto cuando me siento así?, de esta forma podremos percibir y entender el sentimiento ajeno “cómo se sienten los demás cuando yo hago X?Comencemos por nosotros mismos, sigamos en nuestras familias, pidamos programas de inteligencia emocional para implementar en las escuelas, pero no seamos indiferentes, no permitamos que el maltrato se transforme en algo cotidiano. Si no hacemos nada somos parte.Sobre la base de la educación de hoy estamos construyendo la sociedad del futuro, actuemos ya.Colabora: Valeria [email protected]
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