Señora Directora: Hace unos años existía un comercio cuyo nombre fue muy original, pues en el cartel se leía “El Rebusque” y se dedicaba a vender todo tipo de vestimentas, para todos los gustos de gente cuyos ingresos eran limitados. Hoy vemos que el rebusque está en presentarse como "candidato" en cualquier cargo y partido que mejor lo reciba, así luego de las elecciones y aunque no se encuentre entre los mejor posicionados, recibirá una compensación funcional. Obviamente si su partido sale exitoso. Es curioso como creció el ingenio popular al respecto, quizás porque se fueron sumando personas que vieron la posibilidad de "entrar en el ruedo político", sin mucho esfuerzo, simplemente con actitud y presencia continua. O sea, cuando antes los que comían del plato eran unos pocos, progresivamente se fueron agregando los más pícaros y poco afines al trabajo. Y aquí hay que poner las cosas en primer plano: ¿quiénes somos y cuántos sumamos los que trabajamos para que el país se mueva, funcione y produzca? ¿Y quiénes son y cuántos suman los que acomodados en distintos cargos, ni siquiera cumplen con el total de horas en su lugar del supuesto trabajo? No entremos en el ámbito de los señores de traje y corbata, zapatos lustrados y oficina exclusiva con todos los elementos necesarios sin uso pero que adornan el lugar (clase VIP de la política). También están los que hablan al oído del funcionario y ni se ponen nerviosos sabiendo que se los ve en las filmaciones de la televisión y en los periódicos, cuando se les ocurre hablar de algún tema específico o cuando se encuentran involucrados en algún problema. Esa es la idea sin gracia de los argentinos que sobresalen en el tema apuntado, porque el resto mira sin participación alguna. Por eso somos famosos en el mundo, que nos observa y sabe todo, todo, todo de nosotros, no se les escapa nada. Y si viajamos al exterior, ¡ahí sí que nos registran al instante! Sencillamente porque los argentinos generalmente no dejamos las malas costumbres en el país antes de viajar, pues entonces no es difícil que nos descubran. Por eso, dejemos a los que quieren vivir de arriba y hagamos bien nuestro trabajo, sin necesidad de chupar la sangre del Estado (que somos todos).
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