Cuando se producen hechos como el terremoto que tuvo lugar ayer en Chile, y que generó una alarma de tsunami, es fácil percibir, de inmediato, la enorme vulnerabilidad de las sociedades humanas ante estos embates que, sin solución de continuidad, se producen hoy alrededor de la geografía terrestre; dando una señal de un creciente desequilibrio.Los especialistas, en cada caso, dan cuenta de las causas puntuales del fenómeno, explicando el caso particular, pero dejan en la sombra, o minimizan, la conexión con el fenómeno global; la alteración del clima terrestre causada por efectos del Cambio Climático, denominación, a su vez, de los daños causados a la atmósfera por la emisión de gases contaminantes.El enfoque científico unilateral no es suficiente, sin embargo, para explicar no sólo el fenómeno aislado, sino la crisis ecológica global que se pone en evidencia en una multiplicidad de fenómenos, profundamente relacionados entre sí en la realidad del ecosistema. Cada vez más, se hace evidente la necesidad de un cambio cultural, en el abordaje de los problemas relativos al desequilibrio ambiental, adoptando una visión holística e integral que evite fatales y anunciadas consecuencias. Desde hace por lo menos dos décadas, la necesidad de encontrar una salida a la crisis global se incorporó a la agenda internacional, en organismos como las Naciones Unidas, pero poco y nada se ha hecho en la práctica. Como ocurre en estos días en San Juan, ante el derrame de cianuro provocado por la minera Barrick Gold; y que contaminó los cursos de agua de la región circundante, se pretextan accidentes, filtraciones o cualquier tipo de excepcionalidad, para evitar reconocer la causa global: la destrucción de la naturaleza por obra de la imprevisión del hombre.
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