Las denuncias de fraude electoral y compra de votos, el menosprecio del pobre y la represión desmedida en Tucumán, pusieron en evidencia una grave crisis institucional. También una división clara en la sociedad, que excede el contexto provincial.La Iglesia alertó hace años sobre este escenario posible de fragmentación social, crispación y división en bandos irreconciliables, pero la clase política hizo caso omiso a las advertencias.Un contexto nacional que, según los obispos, es atribuible a la falta de diálogo para acordar consensos sobre políticas de Estado que trasciendan los gobiernos y a una práctica enquistada en la dirigencia de subvertir los valores democráticos, sobre todo el respeto a la ley.El reclamo eclesiástico no es nuevo. En 2012, en el primer documento de tono político y social -con monseñor José María Arancedo como presidente del Episcopado y con Jorge Bergoglio todavía en Buenos Aires- la Iglesia ya apuntaba con dureza a un modo desvirtuado de hacer política y al desprecio por lo institucional.“El excesivo caudillismo, que atenta contra el desarrollo armónico de las instituciones, acentúa su deterioro y menoscaba la autonomía de cada uno de los poderes del Estado, tanto en el orden nacional como provincial”, advirtió entonces el Episcopado. Nada o poco de aquel reclamo de la Iglesia parece haberse atendido. Tampoco escuchado por la clase política. La crisis institucional en Tucumán no es la única que preocupa a los obispos, por lo que manifestaron su esperanza de que el clima “enrarecido” y las irregularidades electorales no se nacionalicen.Fuentes eclesiásticas consultadas por DyN dijeron que los obispos siguen la evolución de la campaña para las presidenciales de octubre en todo el país, pero prestan atención especial a provincias que consideran “clave” y con riesgo de “maniobras non sanctas” como Buenos Aires.La inquietud de los obispos radica también, reconocieron las fuentes, en que el candidato del kirchnerismo para la gobernación bonaerense, Aníbal Fernández, fue vinculado con el narcotráfico.En este sentido, el actual jefe de Gabinete carga sobre sus espaldas con la campaña en su contra que le inició el legislador porteño Gustavo Vera, amigo del papa Francisco.Vera dice, y se vanagloria, de haber conseguido la “bendición” del pontífice para evitar que Fernández triunfe en Buenos Aires y puede dar, según afirma el legislador porteño, “cobertura política” a las mafias del narcotráfico en el conurbano bonaerense.La ofensiva de Vera contra Fernández no entusiasma a los referentes episcopales, aunque en ambientes eclesiásticos le atribuyen al legislador haber convencido a varios obispos bonaerenses para que alienten a los sacerdotes a “bajar línea” en las homilías contra la droga, y así “frenar” al candidato kirchnerista.“Bajada de línea no hay en este tema ni en ningún otro. Lo que hay son temas en el tapete y la problemática derivada del avance de las adicciones y el narcotráfico es tema de la agenda pastoral de la Iglesia”, aclaró a DyN un vocero de la Comisión de Pastoral de Drogadependencias.
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