Con casi cien años de edad y una trayectoria reconocida en el ámbito judicial, el ministro de la Corte Suprema Carlos Fayt decidió presentar su renuncia a la máxima instancia judicial del país, pero con vigencia a partir del 11 de diciembre, es decir un día después de la partida de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner de la Casa Rosada.De buenas y primeras parece un infantilismo, pero seguramente se hubiera evitado si la Presidenta hubiera propuesto un candidato con mayor consenso para ocupar el cargo que previamente dejó vacante el jurista Raúl Eugenio Zaffaroni, como hizo Néstor Kirchner en el inicio de su mandato.Y es que el penalista Roberto Carlés quedó totalmente desdibujado y discutido por sus ofensivos mensajes contra dirigentes opositores en las redes sociales.Ahora habrá que ver si el kirchnerismo logra quebrar o negociar con la oposición para impulsar una doble candidatura a la Corte -necesita los dos tercios de votos del Senado para aprobarlo- o la renovación del tribunal quedará para el próximo gobierno.Esta recopilación puede sonar a ensalada -o quizás tener sus matices-, sin embargo no es ni más ni menos que una sucesión de hechos que muestran un andar disfuncional de las instituciones, enmarcado en los innumerables frentes que abrió el kirchnerismo a lo largo de su existencia.Quizás el próximo presidente ejerza un liderazgo menos personalista que el de Néstor y Cristina, pero más allá de la pátina de estilo que puedan imprimir, lo real es que se necesitan normas y decisiones que fortalezcan verdaderamente a las instituciones. En todo caso, el escándalo de las elecciones tucumanas, la crisis del Gobierno porteño con sus contrataciones sin llamados a licitación y el conflicto de poderes con la Corte Suprema de Justicia de la Nación son oportunidades para cambiar las cosas. Sin embargo, para ello, la sociedad, siempre más atenta a la coyuntura económica, también tiene un rol que cumplir.
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