“No voy a hablar que fue contra una funcionaria, porque eso es lo de menos, fue contra una mujer”, apuntó días atrás Cristina Fernández de Kirchner contra un periodista que forcejeó en el Congreso contra una empleada del ministerio de Economía.“Sucedió un episodio creo bastante bochornoso”, calificó la Presidenta muy enojada, antes de solicitar por cadena nacional el despido del trabajador de prensa.Salvo que algún doble estándar se lo impida, Cristina acaba de comprobar un día después que tiene un zorro de igual calaña metido en su propio gallinero y, por lo tanto, debería operar públicamente de la misma forma, aunque Axel Kicillof sea su ministro preferido.“Si quiere salir en los diarios, que se ponga plumas, se vista de algo, grite o hable francés”, le dijo el protegido presidencial a la diputada Victoria Donda, la misma que osó solicitar un amparo para conocer el número de pobres que hay en la Argentina.Más allá de que Kicillof podrá alegar que esas cifras no se deben destapar en la Argentina para no “estigmatizar” a tanta gente, las similitudes de las agresiones son evidentes.En este caso, no hubo forcejeos, “ni patadas ni trompadas a una mujer”, tal como ocurrió en el caso de la empleada oficial, sino que el ministro se despachó con una agresión verbal, machista y ramplona. El fondo de la cuestión es que el kirchnerismo no tolera que el poder se le desvanezca y no comprende cómo lo que hasta ayer manejaba, hoy se le vuelve en contra. Los funcionarios hasta comienzan a imaginarse que, en algún momento, deberán rendir cuentas y quizás por eso, se ponen nerviosos.Si hasta la ficción que presentó Kicillof en el Congreso no habría que criticarla tanto por ser un dibujo, sino por la hipocresía de los diputados de todas las bancadas, que a pura sonrisa recibieron papeles de un Presupuesto que van a ser aprobado, pese a que todos saben que políticamente nunca nadie lo ejecutará tal como está planteado. El ministro de Economía podrá tener méritos de todo tipo en su currículum y un amplio background económico para convencer a muchos y especialmente a la Presidenta, de que todo está bien y que las que sirven son las políticas anticíclicas y potenciar el mercado interno como dique del desbarajuste regional o decir que es el mundo “el que se nos cae encima”, pero de lo que casi seguro carece es de decoro y de respeto.
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