Ningún dirigente político argentino llegó tan lejos a lo largo de la historia como el papa Francisco con su reciente visita a Estados Unidos, donde hizo cumbre en la cima de Occidente y se diplomó como la personalidad más destacada e influyente que haya concebido jamás nuestro país.Con su simpleza y su mensaje realista y agudo, el mismo Jorge Bergoglio que hasta hace algunos años viajaba en la Línea A del subte porteño ahora conmueve y moviliza al planeta entero vestido de blanco como jefe de la Iglesia católica mundial.A los 78 años, y dotado de una fortaleza y unas energías admirables para completar su programa de actividades tanto en Cuba como en el gran país del norte, el Sumo Pontífice no trepidó en desenvainar en la meca de capitalismo internacional un discurso incisivo e incómodo tanto para políticos como para los sectores más conservadores de la sociedad estadounidense.Pero así es Bergoglio, un provocador y un revolucionario a su manera. Siempre ha sido así y entonces, ¿por qué iba a cambiar ahora siendo Papa, cuando esa forma de ser y de pensar fue la que justamente le permitió asumir un cargo que, dicho sea de paso, parece haber sido moldeado a su medida?Y a su imagen y semejanza fueron acuñadas las palabras que ofreció en sus recordadas presentaciones en Washington, Nueva York y Filadelfia.Impresiona la naturalidad con la que se desempeña este hombre en tamaño puesto de poder, sin perder de vista en ningún momento su condición de argentino y de “hijo de inmigrantes”, en días en los que el planeta asiste al drama de los refugiados de Oriente Medio y genera polémica e indignación en Estados Unidos el embate del millonario y aspirante a la Presidencia Donald Trump contra los latinos.Tácitamente, con su valoración de los inmigrantes y el aporte valioso de éstos en el desarrollo de las naciones, Francisco puso en ridículo a Trump, que lo saludaba irónicamente desde una de sus oficinas en la Quinta Avenida cuando el Papa ingresaba a la Iglesia de San Patricio en pleno centro de Nueva York para oficiar una misa. Tan lúcido como se lo solía ver aquí en la Argentina, cuando sus homilías cargadas de contenido político causaban urticaria al gobierno de los Kirchner -que hacían lo posible para evitar escucharlo-, Bergoglio no dejó tema espinoso sin mencionar en Estados Unidos, incluyendo cuestiones que figuran en la actual agenda internacional de la Rosada.Pobreza, narcotráfico, globalización, crimen organizado, cambio climático, terrorismo, exclusión social y económica, armas nucleares, refugiados e inmigrantes, tradiciones, libertad religiosa e ideológica, posiciones dominantes y dominadas: de todo lo que preocupa y mortifica a la humanidad habló el Sumo Pontífice en la meca de Occidente.También destacó la importancia del diálogo, abogó por una mayor apertura de la Iglesia católica y condenó enérgicamente a los pedófilos, dejando así allanado el camino para que los fieles estadounidenses -lentamente- vuelvan a sentirse orgullosos de su religión y sus pastores.Resultó fascinante ver aquí en Buenos Aires cómo este Papa peronista -aunque no kirchnerista- hablaba allí en el norte el idioma de los más desprotegidos; cómo daba voz a los sin voz y tornaba visibles a los invisibles… cómo encendía una esperanza de vida en aquellos que no veían futuro más allá del siguiente atardecer.El oriundo de Flores planteó incluso la necesidad de rever la arquitectura financiera global, como demanda la Argentina en medio de su litigio judicial contra los fondos buitres, y hasta se dio el gusto de parafrasear al gaucho Martín Fierro en las Naciones Unidas.¿Qué más se le podía pedir? Por todo lo sucedido en los últimos días y por todo lo demás que está por venir durante su papado seguramente, Bergoglio se consolida como el dirigente político argentino más destacado de la historia, mientras el mundo vuelve a creer y se rinde ante sus zapatos negros de hombre del montón.Latinos en EEUU creen que el Papa influirá en la agenda sobre inmigraciónMiles de latinoamericanos se dieron cita el sábado en el Independence Mall de Filadelfia, la cuna de Estados Unidos y lugar de la declaración de la independencia en 1776, para escuchar al Sumo Pontífice argentino hablar de inmigración y libertad religiosa.“Muchos de ustedes han emigrado a este país con un gran costo personal, pero con la esperanza de construir una nueva vida. No se desanimen por las dificultades que tengan que afrontar”, les dijo Francisco, recibido con una ovación y que besó a niños y bebés que le acercaban al papamóvil.“Les pido que no olviden que, al igual que los que llegaron aquí antes, ustedes traen muchos dones a su nueva nación. Por favor no se avergüencen nunca de sus tradiciones”, agregó.Para un compatriota del papa, Carlos Moreta, “fueron muy importantes las charlas que (Francisco) tuvo en Washington” sobre inmigración.“Me parece que los tocó. Es una persona muy importante y los puso en un compromiso”, dijo a la agencia AFP este hombre de 62 años que trabaja en la distribución en un periódico local de esta ciudad del este del país.A su lado, Silvina Ríos, de 37, también argentina y madre de un niño, asiente: “Espero que pueda ablandar los corazones de los congresistas. Ojalá haya un antes y un después”, afirma esta mujer que trabaja como niñera.Desde su llegada a Washington, Francisco ha insistido en la dignidad y valor de los inmigrantes, tanto legales como indocumentados.El viernes, en Nueva York, el Papa protagonizó un momento de mucha emoción con niños e inmigrantes en una visita a la escuela católica “Our Lady Queens of Angel” de East Harlem, tradicional barrio desfavorecido de mayoría latina.Para Marta Domínguez, mexicana de Jalisco y que vive en Norristown (32 kilómetros al norte de Filadelfia), Francisco “puede interceder para ayudar a los inmigrantes y frenar las deportaciones”.“Tenemos fe. Tiene mucha palabra de convencimiento”, dice esta madre de dos niñas que llegó muy temprano al parque frente a la Casa de la Independencia junto con otros 200 miembros de la organización “Vamos Juntos”, que lucha precisamente por los inmigrantes y los derechos humanos.La esperanza de Marta es compartida por Lorena Pablopulos, una chilena de 52 años que lleva catorce en Estados Unidos y se acercó a ver al Papa con su hermana María Cecilia, de 55 y con treinta en el país.“Va a haber un cambio, aunque lleve un tiempo. Con su visita hemos ganado en respeto”, señala Lorena, que también trabaja como niñera.“Llegó a los corazones. Hasta lo hizo llorar”, dice a su vez María Cecilia en referencia a las lágrimas y posterior renuncia del presidente de la Cámara de Representantes del Congreso estadounidense, el conservador John Boehner.Su partido se opone a la reforma migratoria impulsada por Obama para abrir la vía a la ciudadanía a los 11 millones de indocumentados, principalmente latinos.El hecho de que Francisco pronun
cie la mayoría de sus discursos y homilías en español es un “reconocimiento a la poderosa y vivaz fe latina”, dijo a AFP Christopher Born, director de la Escuela de Teología y Estudios Religiosos de la Universidad Católica de Estados Unidos. Por Emiliano Rodríguez, especial para NA
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