La lancha se balanceaba cargada de diálogos, quejas… recuerdos.“Señores el pasaje, en pesos: uno veinte o cuatro mil guaraníes”.Mondaha (ladrón), rezongó por lo bajo una joven mujer paraguaya con un niño colgado de la teta. Pagué uno quince para ir.Uno quince para ir, uno veinte para regresar. Y, al que no le guste que nade.La voz del cobrador y las conversaciones desaparecieron de súbito con el barullo de los motores de la embarcación. El Paraná se divertía salpicando a los osados que buscaban la comodidad de sentarse cerca de las escaleras para bajar antes.El tiempo cuenta, cuánto más viajes se hacen por día, más pesitos para el pueblo, dice una villena vieja, mientras empuja distraída a sus vecinos para ganar la delantera al bajar de la embarcación.Viste polleras anchas que le permiten esconder el contrabando alrededor de su cuerpo, y dos o tres camisas superpuestas que luego doblará con cuidado para regresarlas a sus respectivas bolsitas.Después de pasar la aduana se volverá a poner su blusa vieja y transpirada, ubicada bien arriba en el bolso para confundir a la persona que lo revise. Lleva puesto un par de zapatillas flamantes y ha guardado las suyas, desvencijadas, junto a la mercadería nueva. De esta forma podrá excusarse afirmando que lo que trae es para uso personal. Maurilia dobló con cuidado las pequeñas ropas que había comprado para Virgilio. No tiene miedo, su paquete es chico y ella no suele cruzar al Paraguay, así que no está registrada.Mira de reojo a sus vecinos de asiento. Una señora saca ropas, cigarrillos, y alguna que otra chuchería de sus envoltorios y los acomoda entre sus ropas y en un bolso de doble fondo. No tira las cajas ni las bolsas, las arrolla cuidadosamente, para volver a utilizarlas.Otra cambia cigarrillos y medias de nylon de diferentes bolsitas a su corpiño varios talles más grande. Disimula cubriéndose los hombros con una mantilla de ñanduty.Los ojos cansados de Gumersinda, rodeados por un ejército de arrugas, que el sol, el cansancio y la pobreza supieron reclutar, se cierran por el reflejo del agua, que parece hervir a la siesta. El calor derrite lo que encuentra a su paso y empuja a usar cualquier cosa para abanicarse. El ruido monótono arranca bostezos que, sin disimulo se contagian unos a otros.En la orilla, la inundación forma islotes en el pajonal. Ya se divisan los caseríos más altos de Posadas y la Bajada Vieja resalta con su tierra rojiza entre las flores rosadas de los lapachos y el gris de las piedras del Cerro Pelón. Las mujeres se levantan y se empujan sin miramientos para bajar primeras. Con el movimiento la lancha se balancea con más fuerza asustando a los viajeros que realizan su primera travesía.¡En fila! ¡En fila!, la voz del marinero y su gesto extendiendo el brazo derecho, no admiten dudas.Algunas personas intentan subir las escaleras para escapar por la parte de atrás de la aduana pero las hacen volver y la requisa será más exigente con ellas. Las llevan a otra habitación donde una empleada las hará desnudar y les revisará cada centímetro del cuerpo pegajoso.Otras preguntan a las que hacen su segundo viaje, qué empleados están de servicio en la requisa de la aduana, porque algunos son más buenos y miran para otra parte. Están los otros, los que aceptan algún regalo para dejarles pasar el contrabando. Y por último están los hijos de perra que no aceptan regalos ni permiten pasar mercaderías prohibidas. Son los peores, no comen ni dejan comer a los demás.Gumersinda se acerca a una mujer “bien”, que lleva solamente un bolso, no muy grande y que, con seguridad, no será revisada y le pide que le “pase” una bolsa, la otra la mira con cara de pocos amigos, frunce con desprecio la boca y sin pronunciar palabra, niega con la cabeza. Su mirada se pierde indiferente en las aguas marrones del río Paraná.La “pasera” suspira resignada, y le dice a Eufrosina: “Estas ricachonas no son capaces de ayudar a nadie”.La cuñada le recrimina: “Te dije que no le preguntaras. Es inútil, a los ricos sólo les importa cuidar su propio pellejo. No les interesa un comino si vivimos o morimos…”.Se persignan con disimulo, y rezan a Nuestra Señora para que no les quiten nada, cargan los paquetes y se ponen, sin chistar, en el lugar indicada por el marinero.De pronto, llega un gendarme con un perro que olfatea a todos y se abalanza sobre la señorona bien vestida que se pone pálida y después de una leve indecisión se tira al agua apretando contra su pecho el bolso de cuero marrón.¡Circulen! ¡Circulen! ¡No se detengan! La voz del marinero no admite curiosos.Aún así, varios pasajeros -sobre todo turistas con máquinas fotográficas-, no resisten la tentación de llevarse ese recuerdo que engrosará las anécdotas del viaje.Las villenas aprovechan la confusión y los empujones de unos y otros para pasar inadvertidas por la aduana. Nuestra Señora las ha escuchado una vez más.Los empleados satisfechos con los dos kilos de marihuana pasan por alto, esta vez, las pacotillas diminutas. PERFILSonia Melo Docente, escritora• Nació en diciembre. • Profesora de FrancésSu nombre completo es Sonia Mabel González Melo. Comenzó a leer a los cuatro años y un poco mayor decidió expresarse mediante la poesía. Como docente ha sido directora en las escuelas 1 “Félix de Azara” y 4 “Fraternidad” del nivel Infantil y profesora de residentes de Jardín de Infantes. Sus estudios terciarios los cursó en el Instituto Montoya; pertenece a la Asociación de Escritores de Literatura Infanto Juvenil (Colección Taca Taca). Gusta de las artes plásticas, la danza árabe y el jazz, además de leer y viajar. En su tiempo libre va al gym y a caminar por la Costanera. Es profesora de francés de la Alianza Francesa; enrolada en la Acción Católica Argentina es especialista en evangelizar. Participó recientemente del Noveno Congreso Nacional de la Sociedad Argentina de Escritores – SADE nacional-, realizado en Córdoba. Este cuento de Sonia Melo pertenece a su más reciente libro, “Todos tenemos secretos”. Anteriormente publicó: • “Trece cuentos con yapa”• “Cuentos escondidos”• “Aventuras de Ignacio”y en la colección ha hecho el aporte de varios títulos entre ellos • “La Monita Carayá”, • “Los vestidos de Milena” y el que es de reciente aparición, • “Por culpa de un elefante”.
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