APÓSTOLES. Nadie sabe a ciencia cierta la edad de Doralina, pero son varios los que aventuran que ya pasó hace rato los setenta. Lo que sí recuerdan los más memoriosos trabajadores del volante de la terminal de ómnibus de Apóstoles es que esta mujer lleva más de una década viviendo, literalmente, en la terminal, sumida en la más profunda indigencia y asistida por la solidaridad de los transeúntes.Doralina se convirtió en un personaje característico de esta terminal, donde puede vérsela a diario durmiendo en uno de los bancos, con sus trastos a cuestas, o revisando los basureros en busca de alguna sobra aprovechable.“Ella de jovencita lavaba ropa en casa de familias, era conocida por eso. Pero después su salud mental se deterioró y se quedó en la calle. Hace más de diez años ya que hizo de la terminal su casa, aunque ahora se la ve muy demacrada y viejita, sufre cada vez más el frío, pero está totalmente abandonada, cada año está un poco peor”, relató a PRIMERA EDICIÓN la taxista Natalia Eva Silvera Dos Santos (65), una de las trabajadoras del volante que se tiene base en la terminal. La indigente se hace entender por gestos, pues perdió el habla, aunque algunos atestiguan que se trata de una patología de nacimiento. Los datos sobre su pasado son imprecisos, aunque hay quienes refieren que a causa de una enfermedad mental años atrás fue encerrada en el hospital Baliña de donde, cuenta la leyenda, logró escapar.“Se dice mucho sobre ella, hay muchas historias, que perdió sus hijos, que está loca, pero lo cierto es que ya es una mujer grande que pide por una casa, porque está cansada de que le roben”, remitió otro taxista.Por su parte, Liliana, otra de las taxistas consultadas, señaló que “ella pide una casa porque la verdad es que la pasa muy mal acá. Esta terminal no tiene sala de espera, no cuenta con cobertores para el frío y dormir acá en invierno debe ser un calvario. Además es cierto que hay gente que le roba sus cositas. Ella tiene una bolsa donde guarda su poca ropa o lo que la gente le da, pero cuando se descuida suelen robarle. Antes no pedía casa, pero ahora hace un tiempo nos hace saber que quiere un techo. Se ve que al estar mayor ya no soporta la vida en la calle”. Hasta el año pasado, cuentan que Doralina tenía un “compañero de ruta”, que solía estar con ella y también dormía en la terminal. Pero aparentemente aquel hombre falleció y entonces Doralina quedó en la más absoluta soledad.“Ella se pone un poco agresiva cuando toma, eso es verdad, pero cuando no está tomada es buena y cariñosa, la gente la quiere mucho, le trae cosas, pero nunca nadie le dio la oportunidad de tener un techo”, cuentan los trabajadores del lugar. Agregan que “no es cuestión de que la encierren, porque ella es muy especial y vive libre. Sabemos como viven los enfermos mentales en los centros públicos y no es eso lo que ella quiere. Sólo está pidiendo un techito, una morada humilde donde vivir dignamente lo que le quede. Ojalá alguien haga algo por ella para que no la tengamos que encontrar un día muerta acá”.
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