POSADAS. Guayubira, pitanga, cerezo del monte, limón, yaguticaba, pino, tala, granada, sarandí, ficus, Santa Rita y romero forman parte de la colección de entre 1.500 y 2.000 bonsái que posee Atilio Hahn en su casa. “Son para mí una manera de alejar el estrés. Fueron y son mi hobby”, afirma orgulloso de lo que logró construir hasta el momento, ya que convirtió el patio de su casa en un vivero de este arte japonés. Desde hace un tiempo, Atilio y su esposa Élida participan de la feria franca, “los llevamos a la feria y también a las exposiciones de emprendedores (participaron en Hecho en Misiones) y tienen muy buena recepción. A la gente les gustan los bonsái y nosotros los vendemos”, contó. Atilio comenzó a aprender el arte de hacer bonsái allá por 1978, cinco años después de llegar a la capital de la provincia proveniente desde Capioví. Argentino por elección y posadeño de corazón, Atilio nació en Paraguay y una vez que formó su familia decidió venir a esta tierras. “Yo era albañil, siempre trabajé en la construcción, pero en mis momentos libres mi hobby era hacer bonsái, me apasiona. En aquel entonces decidí inscribirme en un curso por correo. Entonces te mandaban las instrucciones por carta y uno tenía que contar cómo iba trabajando, así me di cuenta de que me gustaba la técnica de hacer un bonsái a partir de una raíz, porque el proceso es distinto que hacerlo a partir de la semilla”, explicó entusiasmado. Así fue como inició su trabajo con los árboles en miniatura, que no es lo único que hace, ya que también fabrica mates con porongos (lagenaria siceraria) y los comercializa en las ferias. Entre su colección tiene un cerezo de unos treinta años, que lo hizo desde semilla, “este árbol es como un premio personal”, dijo al mostrarlo, es un hermoso y pequeño ejemplar. “Cuando florece es estupendo”, indicó.Hahn hace los bonsái a partir de raíces “que se encuentran cortadas a la vera de la ruta, en arroyos o entre pedregales, que no pueden crecer, los comienzo a trabajar desde ese tronco ya formado que conseguí. Los árboles que tengo, que son parte de mi colección personal, son muy viejos, pueden llegar a tener cuarenta años contando con los años que ya tenía por el tamaño de la raíz”. Los que comercializa tiene entre siete y doce, “los ponemos en macetas de plástico, porque las de cerámica se pueden romper con los traslados y los vendemos en precios accesibles, entre 25 y 50 pesos”, indicó. Los árboles como el cerezo o un árbol de guayubira que tiene “no los pongo a la venta, porque tendría que pedir entre 3.000 y 4.000 pesos”, afirmó. Tanto Atilio como Élida dedican por lo menos dos horas al día a cuidar, regar y mantener las especies de bonsái que tienen. Ambos encuentran en esta actividad y en la fábrica de mate una forma de “desestresarse, ahora incluso, lo que inicié como un hobby nos da algo de ganancias y además puedo mostrarlos, así que mucho mejor”, dijo orgulloso de su trabajo.
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